martes, 17 de junio de 2008

Riviera Maya, voracidad sin freno

Expertos advierten sobre la fragilidad del suelo de la zona, que es de rápida filtración.
Ríos subterráneos arrastran aguas negras y basura que enturbian el mar.





PLAYA DEL CARMEN, QR.— Primero explotaron y arrasaron el entorno natural de Cancún. Ahora van por los 120 kilómetros de la Riviera Maya, donde están asentados y en franco desarrollo. Encabezadas principalmente por transnacionales de capital español, los hoteleros
edifican gigantescos proyectos inmobiliarios turísticos sobre el litoral quintanarroense.

Poco les importa asentarse sobre uno de los más frágiles ecosistemas; allí contaminan ríos subterráneos que luego arrastran impurezas hasta la segunda cadena coralina del mundo; destruyen dunas y costas; arrasan manglares y selvas bajas; y colocan en peligro a la segunda zona más importante de anidación de tortugas.

Investigadores, académicos y defensores del medio ambiente, así lo afirman y señalan que el único objetivo de las cadenas hoteleras es la desmedida ganancia de dinero, a costa de la destrucción de la belleza inigualable del caribe mexicano.

La mayoría coincide en evitar las megaconstrucciones de alto impacto y dar paso a edificaciones menores para controlar el respeto al medio ambiente.

La costa, privada

Ex coordinador del Ordenamiento Territorial de esta zona y director del Instituto de Ecología, AC, Jorge López Portillo, considera que el riesgo crecerá pues los inversionistas seguirán con el desarrollo de hoteles, ya que “toda la costa está comprada, es propiedad privada”.

El investigador y doctor en Ciencias señala que la fragilidad del suelo de la zona —sustrato calcáreo— semeja un queso gruyere de rápida filtración, por lo que las fosas sépticas desbordadas y todo líquido contaminante fluyen al nivel freático.

Ejemplifica que a dos o tres kilómetros de la costa, ríos subterráneos arrastran aguas negras y basura que enturbian el agua del mar. Así, las plantas marinas dejan de producir fotosíntesis y a partir de allí el ciclo se rompe y se pierden arrecifes de coral.

Para el director de la División de Desarrollo Sustentable, Unidad Cozumel, de la Universidad de Quintana Roo (UQRO), Rafael González Plascencia, “lo recomendable no es construir los grandes hoteles”, sino de menor impacto de forma ordenada para permitir la regeneración de la naturaleza.

El investigador del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), Jorge Correa Sandoval, acusa que los hoteleros “no entienden” que los manglares que destruyen son los pulmones y riñones del planeta.

Al señalar que la productividad del manglar se puede ver reflejada a kilómetros de distancia, el investigador de aves acuáticas, humedales y zona costera del Ecosur dice que con los rellenos de terrenos y construcciones de carreteras y hoteles a lo largo de la costa se divide al ecosistema y “se interrumpe el proceso ecológico”.

Lamenta que los inversionistas quieran tener sus edificios “al pie de la playa”, prohibido en otros países, pero a esta gente lo único que interesa son las ganancias al momento.

“Hace 20 años se les dijo que Cancún lo construían mal, y hoy se necesita mucho dinero para recuperarlo, pero mientras se destruía, alguien se hizo millonario”.

Sostiene que este litoral antes de ser turístico, su vocación natural era la de corredor faunístico de aves y mamíferos.

Si a estos grupos hoteleros se les cobrara el verdadero costo ambiental cuando realizan un daño, “no le entrarían o serían muy cuidadosos, pero como todo se lo regalan no les importa”, añade.

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